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La lámpara, presentada y que generó expectativas en la feria de diseño mobiliario celebrada en Milán, recoge la energía de los tomates a los que se les introdujo dos metales (zinc y cobre) gracias a los cuales se produce una reacción química favorecida por los ácidos del fruto.
Su autora es parte del proyecto d-Vision, con sede en Hertzliya, que promueve becas y estudios de posgrado en diseño industrial.
Junto al diseño de Shapiro se presentaron en Milán más de una veintena de lámparas, algunas fabricadas con jabón de glicerina, que cuentan con el beneplácito de la crítica profesional debido a que impulsan el empleo de la tecnología lumínica LED, o diodo emisor de luz, que gana terreno a la iluminación tradicional. "La metáfora de todo el proyecto es el hecho de que ahora mismo la luz LED se volvió lo suficientemente buena para reemplazar las luces anteriores, consumiendo un décimo de la energía y tiene mayor vida", explicó Ezri Tarazi, jefe del programa d-Vision para jóvenes talentos del diseño en Israel. El proyecto trata de mostrar que con la LED no se necesita gran cantidad de energía sino dos kilos de tomates y, también, podrán ser de utilidad limones o papas.
El nombre del diseño, "Still Light", es un juego de palabras que procede de la voz en inglés "Still Life", que significa "Naturaleza Muerta". La parábola indica la necesidad de capturar algo que va a morir. En este caso, es la energía de algo perecedero (el tomate se pudre).
En el caso del tomate, como fuente de energía, su consumo se desecha y carecería de su ácido característico.
"Es cierto que Israel es un imperio en la genética del tomate, pero no fue nuestra intención abordar ese tema". La lámpara trasciende lo estético para convertirse en un potencial exponente de iluminación funcional y ecológica.
De momento solo es una pieza de colección. No se pretende hacerla para uso doméstico. Cidipal