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Conmemoración del 65º aniversario de la desaparición de Raoul Wallenbwerg

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Raoul Wallenberg fue designado a fines de 1944 Primer Secretario de la misión diplomática sueca en Budapest y no bien llegó a esa ciudad comenzó a entregar pasaportes suecos a judíos con la finalidad de evitar que fueran deportados a los campos de exterminio. Para ese entonces, 400.000 judíos de los 700.000 que formaban la comunidad judía húngara antes de que el ejército nazi invadiera Hungría ya habían sido deportados.

La tarea humanitaria fue emprendida por Wallenberg, quien no recurrió a los usos y costumbres de la diplomacia internacional. Sorprendió a sus colegas suecos con métodos poco convencionales: utilizó desde sobornos hasta amenazas y cuando sus pares diplomáticos comprobaron el éxito de las gestiones de Wallenberg, se unieron a él con ahínco y dedicación.

De esta manera impidió que miles de judíos fueran deportados y por eso es considerado el mayor salvador de vidas de la historia y, además, el paradigma moderno de la figura del detenido-desaparecido, tristemente popular en la Argentina. Su nombre remite a la solidaridad y al coraje cívico como valores universales que se contraponen al despotismo y al avasallamiento de las libertades individuales.

El 17 de enero de 1945, cuando se dirigía a entrevistarse con el comando de las tropas de la Unión Soviética que habían liberado Budapest del ejército nazi, fue detenido por los rusos y desde entonces se desconoce que pasó con él.

El acto fue conducido por el director ejecutivo de la Fundación, Gustavo Jalife, y contó con la presencia de los presidentes de la AMIA y de la DAIA, Guillermo Borger y Aldo Donzis, respectivamente; el Gran Rabino Shlomó Benhamú; el embajador de Israel en la Argentina, Daniel Gazit; el vicecanciller de Argentina, embajador Víctor Tachetti; los ministros del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aries Daniel Santilli y Hernán Lombardi; varios diputados nacionales entre los que se destacaban Gabriela Michetti y Patricia Bullrich, y una gran cantidad de embajadores y diplomáticos acreditados en el país.

En esta oportunidad la oradora invitada fue la embajadora de los Estados Unidos, Vilma Martínez, quien hizo uso de la palabra luego de Nicolás Touser, miembro de la Fundación Wallenberg y monseñor Oscar Sarlenga, obispo de Zaraté-Campana y miembro honorario de la Fundación.

Nicolás Touser explicó que la Fundación Wallenberg es la continuación de la Asociación Casa Argentina en Israel, Tierra Santa o Casa Argentina en Jerusalem como se la denomina hoy con mayor frecuencia, una de las primeras instituciones del país que promovió el diálogo interconfesional, creada en 1965 por iniciativa de Baruj Tenembaum, quien es el fundador y líder mundial de la Fundación Wallenberg.

Por su parte monseñor Sarlenga expresó “Este homenaje es un gesto elocuente de unión con el espíritu de Raoul Wallenberg, un ejemplo paradigmático de los derechos humanos (…) La paz, la concordia y la fe llevan a la amistad entre las religiones. Justos de las naciones (personas que durante el nazismo pusieron en peligro sus vidas para salvar a judíos y demás perseguidos) hubo de todas las naciones y religiones, entre los cuales varios fueron dignatarios de la Iglesia, entre ellos Angelo G. Roncalli, el Papa Juan XXIII, cuando era Nuncio Apostólico en Grecia y luego en Francia”.

La embajadora Vilma Martínez, luego de agradecer la invitación a ser oradora de este homenaje, explicó que “Raoul Wallenberg era sueco, y si bien no es mi intención restarle crédito a Suecia por haber producido este héroe y haberlo apoyado durante la Segunda Guerra Mundial, digo con orgullo que Estados Unidos también lo siente propio. En 1981, el Congreso de Estados Unidos lo nombro uno, de tan solo dos, ciudadanos estadounidenses honorarios; el otro era Winston Churchill”. Para agregar más adelante “Raoul Wallenber fue un líder carismático: inspiró a sus colegas de la misión sueca; a otros diplomáticos; y a muchos ciudadanos húngaros a tomar riesgos personales de esta operación de rescate. Wallenberg fue perseguido y recibió amenazas en repetidas ocasiones. El hecho de que haya sobrevivido en medio del poder en declive del Tercer Reich para desaparecer por siempre en manos de la milicia soviética, el 17 de enero de 1945, hacen que su historia sea singularmente trágica”.

Finalmente culminó sus palabras diciendo: “La historia que conmemoramos hoy abunda en lecciones importantes. La mantenemos viva en parte, para ayudar a nuestros hijos a aprender, y para guiar nuestros propios pensamientos. Pero Raoul Wallenberg es, o fue, más que una historia. Fue un valiente ser humano. También estamos aquí para honrarlo en persona y mantener abierto el tema de su desaparición hace 65 años. Buscamos respuesta sobre el destino que corrió al tiempo que recordamos sus actos. Gracias por compartir hoy con nosotros esta ceremonia y por ampliar aún más una comunidad mundial que mantiene viva la memoria y el legado de Raoul Wallenberg”.

 

EACh.

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