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Por Samuel Hadas

¿Y ahora, qué?
Por Samuel Hadas

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Estas líneas se escriben mientras entramos en el quinto día de la operación "Plomo Fundido", de hecho una guerra, aunque hay quienes se resisten a llamarla así. Una guerra cuyo objetivo declarado es poner punto final a más de siete años de sufrimiento de los habitantes del sur de Israel. Por el momento parecería que el recurso de la fuerza militar tiene un objetivo limitado: debilitar a la organización terrorista fundamentalista Hamás de manera tal, que pueda pactarse un cese de fuego en condiciones que modifiquen la realidad de la seguridad en esta parte de Israel y se ponga fin al bombardeo sistemático de su población civil. En pocas palabras, lo que se intenta es modificar las reglas de juego.

La reticencia y la indecisión finalizaron el sábado pasado cuando el Gobierno israelí, cediendo a la presión de la opinión pública, decidió por fin que debe defender a sus ciudadanos. A los ojos de la opinión pública mundial, la acción israelí es desmesurada ("son cohetes artesanales", "prácticamente no han causado muchas víctimas", etc.), pero más de dos tercios de los israelíes -en una de las encuestas: el 81%- la aprueban prácticamente sin reparos. Un consenso nada común, al que estamos poco acostumbrados. Incluso muchos de los críticos del Gobierno, también en la izquierda, se han sumado esta vez al consenso.

La opinión pública en el mundo entero se apresuró a condenar a Israel y a solidarizarse con los palestinos ante las trágicas imágenes emitidas desde Gaza. Era de esperar que así sucediera. Las imágenes de víctimas inocentes, mujeres y niños, así como del tremendo sufrimiento de los palestinos de Gaza, tienen un impacto emocional inevitable. Como en el pasado en situaciones similares, será muy difícil, si no imposible, neutralizar esta reacción.

El Ministerio de Asuntos Exteriores instruyó a los diplomáticos israelíes a llevar a cabo una "agresiva" campaña de relaciones públicas para convencer a la opinión internacional de la justicia de la posición israelí. Siendo quien escribe estas líneas director de Hasbará (un término hebreo que podríamos traducir como información explicativa o esclarecimiento) del Ministerio de Asuntos Exteriores, en más de una oportunidad nos decía el ministro, el mítico Moshé Dayán, que "de nada sirven las campañas de hasbará cuando hacemos algo que no le gusta a la opinión pública mundial, mientras que si hacemos algo que sea de su gusto, la hasbará sobra".

No faltan esta vez, como en el pasado, las reacciones antisemitas, como la de aquellos lectores en España (supongo que también en otros países) apenados porque "Hitler no ha completado su labor" y hablan de la eliminación de las "las ratas judías" (lamentablemente los periódicos no tienen inconveniente alguno en publicar estas inmundicias). Pero hasta el momento, nadie ha superado el récord de virulencia que posee el periódico griego Avriani, que varias semanas atrás acusaba a los judíos de la crisis financiera global y que el domingo último, en primera página, publicaba un artículo en el que leemos que "después que los judíos norteamericanos adquirieran nuevamente la riqueza del mundo y precipitaran al planeta a una crisis financiera sin precedentes, ahora ensayan la Tercera Guerra Mundial". Israel -agrega este periódico, perdón, pasquín- se prepara para poner en marcha "máquinas de guerra" en distintos focos del mundo a fin de controlar el precio del petróleo, redistribuir los recursos naturales y comenzar un nuevo ciclo de producción de armamento.

No pocos gobiernos han expresado a Israel su desacuerdo con los métodos que utiliza mientras otros guardan neutralidad o callan. Sólo Estados Unidos, Alemania y la República Checa han condenado a Hamás como único responsable del estallido de la violencia.

El mundo árabe se muestra nuevamente dividido. Aunque todos sus componentes exigen de Israel el cese inmediato del fuego, un furioso Egipto y la Autoridad Palestina no ocultan su disgusto con Hamás, considerado principal causante de la crisis, al concluir unilateralmente la tregua y negarse a prorrogarla. La división entre los gobiernos árabes considerados moderados y el nuevo eje del mal, el de Teherán-Damasco-Hezbollah-Hamás, se profundiza cada vez más. Egipto y Arabia Saudita, que consideran a Hamás un aliado de Irán, país que busca expandir su influencia en la región a sus expensas, seguramente esperan que la operación israelí corte las alas a la organización terrorista palestina.

El líder supremo iraní, el ayatola Ali Jamenei, emitió un decreto religioso para los musulmanes de todo el mundo ordenándoles defender a los palestinos frente a los ataques de Israel. Egipto -que no perdona a Hamás que haya torpedeado sus gestiones para obtener una reconciliación entre Fatah y Hamás- es acusado, por Hamás y Hezbollah, de complicidad con Israel y de participar en "una conspiración orquestada tras una reunión, dos días antes del inicio de la operación, entre el presidente Hosni Mubarak y la canciller israelí Tzipi Livni".

Leemos en la prensa española que el ministro de Asuntos Exteriores de España Miguel Angel Moratinos, un amigo de Israel y el europeo que quizás mejor conoce esta parte del mundo, considera desproporcionada la respuesta israelí. Me permito citar aquí un artículo mío publicado esta misma semana en el diario La Vanguardia de España, donde pregunto al canciller si calificaría también de desproporcionada la falta de respuesta israelí, durante siete años, a la agresión contra sus ciudadanos, a través de una intolerable lluvia de miles de cohetes. ¿No es un crimen de guerra la agresión contra la población civil israelí desde los territorios evacuados por Israel tres años atrás?

Hamás, en lugar de hacer de Gaza un lugar habitable a partir del día en que se hizo brutalmente con el poder, y que pudo haber hecho de esta región palestina un ejemplo de lo que podría ser el futuro Estado palestino cuando se llegue a un acuerdo con Israel, ha preferido transformarla en base de operaciones de las organizaciones terroristas islámicas que no solamente siguen determinadas a impedir un acuerdo de paz con Israel, sino que proclaman abiertamente que su meta es exterminar al Estado judío. De esta manera, Hamás ha dividido al pueblo palestino y ha conseguido posponer indefinidamente la visión del establecimiento de un Estado palestino conviviendo pacíficamente con Israel. Son sus compatriotas los que pagan el precio de sus irreductibles posiciones.

Pocos mencionan el hecho de que Hamás, cada vez más radicalizado, es totalmente insensible a los sufrimientos de los palestinos y los utiliza como escudos humanos. Su sofisticado armamento, envidia de terroristas de otras partes del globo; sus arsenales, sus lanzaderas de cohetes y sus baterías de morteros han sido instalados en vecindades densamente pobladas, desde las que disparan contra los poblados fronterizos israelíes.

¿Qué es Hamás? Una pandilla de bellacos para el escritor Amos Oz, una organización terrorista para Israel, Estados Unidos y la Unión Europea. La causante de la tragedia que sufren en estos días los palestinos, según Egipto y la Autoridad Palestina. Esto es Hamás.

No se trata de justificar al Gobierno israelí, del que se exige ahora actuar con el máximo de sensatez y evitar más victimas civiles. Mientras se escriben estas líneas se habla de la posibilidad de que Israel conceda una tregua humanitaria de 48 horas, mientras los medios de comunicación y los políticos (no olviden que estamos en período pre electoral) discuten si Israel debe lanzar una operación terrestre de gran envergadura e, incluso, reocupar Gaza. Los más importantes escritores de Israel: Amos Oz, David Grossman y A. B. Yehoshúa, piden el cese de fuego. Aunque consideran que la operación ha sido necesaria, proponen poner fin rápidamente a las acciones militares y decidirse por la opción diplomática.

La escalada hizo saltar las alarmas internacionales y ya llegan a Jerusalén los primeros intentos de presión internacional sobre Israel para poner fin a la operación, intentos que en pocos días se transformarán en presión masiva. Todos exigen "el cese inmediato de los bombardeos israelíes" (algunos agregan: "y los cohetes palestinos"). Mientras tanto la diplomacia israelí comienza a elaborar opciones para la estrategia diplomática del "día después".

Es de temer que poco o nada se pueda avanzar en la solución del conflicto con los palestinos mientras la comunidad internacional siga reticente a implicarse con la voluntad política necesaria en el proceso de paz palestino-israelí y, sobre todo, en la lucha contra el terrorismo y sus patronos. Aunque se obtenga una tregua, lo más probable es que en poco tiempo volvamos a fojas cero.

La solución está escrita, con letras mayúsculas, en la pared: sólo una participación internacional ponderada, consecuente y equilibrada puede traer la paz a esta parte del mundo. Pero como esto será posible sólo con un liderazgo firme en Estados Unidos, habrá que esperar a Barack Obama.

Analista político internacional, primer embajador de Israel en España y ante la Santa Sede.

Fuente: Aurora Digital

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