El miedo puede adoptar muchas formas, desde un pozo profundo a un volcán, pasando por una habitación oscura, pero todas tienen en común su capacidad para ‘limitar’ a las personas, aunque algunas de ellas se enfrentan a sus temores a través de la Musicoterapia.
La Casa Sefarad de Madrid, institución que fomenta el conocimiento de la cultura judía y sefardí en España, organiza hasta el mes de diciembre cuatro talleres gratuitos para, a través de la música judía -interpretada en hebreo, ‘yiddish’ o judeoespañol-, lograr un efecto ‘terapéutico’.
Los participantes, que pueden carecer de conocimientos musicales, fomentan su expresividad y creatividad gracias a la música hebrea que, según la musicoterapeuta que imparte los talleres, Isabel Luñansky, es apasionada y, al mismo tiempo, melancólica.
Equilibra el campo emocional
Además, se trata de un tipo de sonido que posee cualidades curativas y relajantes, ‘arropa’ a la persona y equilibra el campo emocional, agrega la experta.
Así, un centro cultural en el distrito madrileño de Chamartín, alberga los talleres ‘Combatiendo el estrés y la ansiedad’, ‘Música judía para la salud’, ‘Canalizar la angustia y la ansiedad’ y ‘Superar el miedo escénico’.
Una docena de personas, en su mayoría docentes y estudiantes, han comenzado el curso para ‘superar el miedo escénico’.
Agobio, el clásico ‘nudo’ en el estómago, bloqueo, tristeza y la sensación de estar reprimidos son algunas de las emociones que experimentan cuando se enfrentan a un auditorio.
‘Encima del escenario, el corazón me palpita y se me tensan las piernas y los hombros’, cuenta el único artista entre los participantes, Víctor, un joven cantante que ha recurrido a otras fórmulas sin éxito para superar sus carencias.
Durante la sesión, los alumnos pasean descalzos y empiezan a personificar sus interpretaciones del miedo, mientras unos se sientan y se encogen sobre si mismos, otros aprovechan para dejarse llevar por la música de cuerda festiva que inunda la sala y traslada a los presentes a las celebraciones tradicionales judías.
La mirada del otro ‘empequeñece’, pero, al mismo tiempo, afirman que la sensación que les acecha ‘forma parte de ellos’.
Hasta tal punto que cuando la musicoterapeuta, anima a sus alumnos a ‘sacar fuera’ sus temores al ritmo de la música, la mayoría se quedan paralizados y cabizbajos.
Sin embargo, Raquel, una ex docente y cantante de música sefardí que pierde la voz cuando tiene que cantar ante el público, da patadas y puñetazos al grito de ‘¡Fuera!’, mientras que otra de las alumnas atraviesa el aire con un cuchillo imaginario.
Tras el primer intento, la musicoterapeuta advierte que la timidez y la vergüenza son vertientes del miedo y, que es necesario ‘mover el cuerpo’ para sacar los temores internos.
‘El miedo es paralizante, pero también puede ser motor de vida’, explica Luñansky, ya que garantiza nuestra ‘supervivencia’.
La terapeuta espera que en diciembre los asistentes hayan convertido aquello que les abruma en ‘miedo útil’, aunque reconoce que es un trabajo complicado, ‘un reto para la vida’.
Por eso recuerda a los participantes que cada día que pasa vencen a un miedo, ‘el miedo a morir’.
Al final de su primera jornada de ‘lucha’ y tras permanecer abrazados a sus compañeros mientras bailaban y tarareaban una de las melodías, sienten relajación, alivio o paz.
‘Hoy hemos vencido un poquito al miedo’ dice sonriendo Luñansky.