– Usted acaba de festejar su cumpleaños número 101 el pasado 7 de septiembre, es difícil resumir una historia de vida en pocas palabras, pero cuénteme un poco acerca de su infancia y su arribo a la Argentina
– Yo nací en 1907, en Kobryn, en la época del Zar Nicolás de Rusia, en ese entonces todo Polonia pertenecía a Rusia, después de la Primera Guerra Mundial, mi pueblo fue pasando por muchas manos y tras la revolución Bolchevique, en 1917, se apoderaron de nuestro lugar los comunistas.
– ¿Su familia era de esas familias religiosas tradicionales?
– Sí, tal es así que yo me acuerdo que era costumbre de mi papá ir al Beit Midrash (templo) y los viernes a la noche mí papá se traía a cenar a casa a algún pordiosero, porque esa era una mitzvá (precepto). Recuerdo que yo contaba los parches de la ropa de los mendigos porque, en esa época, se decía que, a más parches, más pobre se era. Yo deseo, desde hace muchos años, revivir esa escena y es por eso que me ofrezco a ser un horej (invitado, en hebreo) de alguna familia de mi comunidad, NCI-Emanu El, aún no lo logré… y para mi hay una diferencia muy grande entre cenar solo y cenar acompañado los días viernes.
– ¿Cómo se festejaban las fiestas judías en su casa?
– Íbamos permanentemente al templo, yo usaba siempre un gorrito y desde los 11 años estudiaba la Torá en un Jeder (lugar de estudios) con el maestro Moishe.
– ¿Hasta que edad vivió en Kobryn?
– Viví ahí hasta los 19 años, yo me preparé para ir a Israel, quería ir a un Kibbutz. En ese entonces me aprobaron para la sección de artillería del servicio militar pero yo no quería hacerlo y ahí me escapé.
– ¿Cómo fue la peripecia de su huída?
– Dejé a toda mi familia, le dejé las propiedades a mi hermana, a mi no me interesaba la herencia. Ella me consiguió 100 dólares y me los gasté en el viaje hasta acá. Vine sin idioma, sin dinero y sin familia. Una vez que llegué, me pase un mes en el alojamiento gratuito del hotel de inmigrantes. Ahí me daban mate cocido y puchero.
– ¿Y luego?
– Cuando pasó ese primer mes solía tomarme el tranvía de ida y vuelta varias veces para poder pasar las noches durmiendo allí hasta que el guarda me despertaba. Después quise ser barbero, pero duré pocas horas en el puesto porque no conformé al patrón, de allí pasé a una carpintería en donde, sin querer, provoqué un incendio, hasta que de a poco comencé a trabajar por mi cuenta con la industria de los hilados, que fue mi negocio por el resto de la vida.
– ¿Por qué eligió como destino la Argentina?
– Porque un cónsul me consiguió la visa rápidamente, yo pensaba ir a cualquier país y resultó ser Argentina. Me escapé en tren hasta Varsovia y luego otro tren hasta Danzig y desde allí un barco hasta el "Alcántara" (nombre del barco que lo trajo hasta la Argentina).
– ¿Volvió a saber de su familia?
– No, a mi hermana, mi cuñado y un sobrino, de 20 años, los fusilaron en el Holocausto. Solo logré traer a mi sobrino mayor antes de que estallara la guerra. A él sí lo salvé.
– ¿Maldijo alguna vez el hecho de ser judío?
– ¿Yo maldecir el hecho de ser judío?, no jamás. De ninguna manera, por los sufrimientos que ha padecido el pueblo judío, no solamente por la Shoá sino en toda la historia, los judíos no pueden odiarse a si mismos. El judaísmo sabe soportar, es una virtud que no deberíamos realzar pero que yo realzo.
– Usted, por sus años de vida, tiene una visión muy amplia de la historia del judaísmo del siglo pasado, ¿dónde cree que radica la fortaleza del pueblo judío para siempre salir adelante?
– Considero que el pueblo judío es muy amante de su origen, está muy ligado a su historia y esa es la consecuencia de la vida de las tribus, que aún en Egipto, permanecieron unidos. Esa línea de pertenencia fue trasmitida de generación en generación. Siempre hubo un factor que unió al pueblo judío y los que continuaron siguieron siempre con su identidad.
– ¿Cuáles son las diferencias entre ese judaísmo que usted vivió en la infancia y el judaísmo que pudo desarrollar acá, en Argentina?
– El judaísmo ashkenazí (Polonia, Rusia, Ucrania…) tenía una unión, que era el idioma idisch. Allá no se iba a otra escuela que no fuera judía y así hasta que se casaban. En el siglo XX comenzó el despertar y las familias pudientes ya mandaban a sus hijos a las escuelas nacionales. Antes estaban más unidos que ahora, que está todo disgregado y Dios se apartó un poco de nosotros. Antes se respetaba más a los mayores, la Torá habla no sólo de respetar a sus mayores sino también de embellecer su rostro
– ¿Y quién lo embellece a usted?
– A mi embelleció el príncipe Carlos, en una visita que tuve a Inglaterra, de hecho mi rostro está dibujado en el palacio de Buckingham por la ilustradora real. Ese encuentro fue muy importante para mí, podría decirse que el príncipe fue como una zarza ardiente, con un mensaje de espiritualidad para mí o, acaso, el creyó que yo fui su zarza…como sea, yo siento que el príncipe me quiso trasmitir ráfagas espirituales del profeta Eliau Ha Navi y a partir de ahí yo me siento en la obligación de dar a conocer ese mensaje de amor para todos. (NdeR): La figura de Eliahu Hanaví (el profeta Elías) se asocia en los relatos populares a toda clase de prodigios. Él es quien, sin revelar su identidad, acude en ayuda de los necesitados; y es también el heraldo que, en el final de los tiempos, anunciará la llegada del Mesías.
– ¿Cuándo se separó Dios del pueblo judío?
– Dios vio que durante muchos años no rigió la Tora… todos hablan de la Torá pero del contenido real…pocos saben.
– Usted tiene nietos y bisnietos, ¿Qué diferencias ve entre su juventud judía y la de sus nietos?
– Muchas diferencias, ellos no conocen el judaísmo, se consideran adeptos a un Templo, pero sin judaísmo de fondo. Matzá (pan ácimo) en Pesaj y templo en las Altas fiestas…
– ¿Lo entristece esa condición?
– No, así es la vida, y a Dios no le parece mal tampoco, el mensaje de amor es igual para todos.
– ¿Qué diferencias ve en la relación de los padres e hijos de antes y de ahora?
– Yo viví unos años muy tirantes con mi hijo por cuestiones económicas de un dinero que le preste, pero yo ya lo perdoné. Hoy los hijos respetan menos a los padres porque hacen su vida muy temprano, se independizan, hoy los jovencitos ya buscan departamento y quieren alejarse de sus padres, antes eso no existía. Mi hermana vivió incluso de casada en mi casa, el valor de la familia era mucho más importante antes que ahora.
– ¿Qué significa Rosh Hashana para usted?
– A la gente le gusta la vida comunitaria, para ciertos días, porque si las altas fiestas se prolongaran por un mes, como el Ramadán, entonces no seria lo mismo. En cambio una vez al año a la gente le gusta encontrarse. ¿Uno para que va al templo si puede rezar sólo en su casa?, uno va para saludar y ver a la gente y transmitir calor y amistad, uno quiere dar pero también quiere recibir, es una situación social, incluso hay gente que ni abre el Sidur (libro de rezos).
– ¿Es válido ir al templo sólo por un tema social?
– ¡Claro que es valido! ¿o acaso usted cree que Dios esta sentado esperando escuchar el modo de rezar de cada uno?… eso es ridículo. Lo que vale es la mirada de la gente unos con otros.
– ¿Qué le agradece a la vida?
– Le agradezco la sociabilidad
SJS
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