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LAURA L. CARO La encuesta que le soliviantó era de mediados de agosto. Apenas dos semanas después, nuevos sondeos coinciden en reafirmar que Ehud Barak tiene motivos reales para preocuparse, porque la candidatura en unos comicios generales de la favorita para relevar a Ehud Olmert al frente del centro-derechista Kadima, amenaza realmente las opciones de los laboristas de mantener su relevancia en la política israelí. Las estimaciones les dan sólo entre 12 y 13 diputados. Pero lo importante de esta aventajada heredera de Ariel Sharon, dicen las consultoras, es que podría tutear en resultados -igualando a 28 escaños, según el diario ‘Haaretz’, o con una victoria de 26 a 25, según ‘Dialog’- al Likud de Benjamín Netanyahu, el aspirante a jefe del Ejecutivo que, durante más de un año, ha encabezado flamante todos los estudios de opinión, sin que nadie ha ya osado hacerle sombra. Hasta que llegó la hora de Tzipi Livni. «Parece que el Kadima ganará si yo soy la número uno y dirijo el partido, la buena noticia es que puedo hacer ambas cosas: hablar de ir a elecciones y ser primera ministra en esta coalición», presumía autosuficiente para desquicie de sus adversarios, dentro y fuera de casa. . Pero para ello, deberá primero triunfar en las primarias del Kadima previstas para el 17 de septiembre, fecha en la que sus abultados apoyos entre los prohombres del partido, -ministros y diputados- , se batirán con los nada despreciables entusiasmos que despierta entre las poderosas autoridades locales del movimiento su más directo competidor, el titular de Transportes, Shaul Mofaz. Pero Tzipi tampoco renuncia a ellos. Quedan diez días para las primarias, mucho cainismo político por ver, y la candidata, que competirá también con el ministro de Seguridad Pública, Avi Dichter, y el de Interior, Meir Sheetrit, ha iniciado ya una estudiada metamorfosis de paloma a halcón. De reojo, Netanyahu se frota las manos y acecha. Por el momento, no ha cometido errores, en especial porque no abre la boca. Siquiera para atacar a Livni y acabar reforzándola, como hacen los demás. El silencio, enseñaba Ariel Sharon, también es poder.
Que la actual titular de Asuntos Exteriores de Israel tiene serias posibilidades de convertirse en la próxima primera ministra se vio con nitidez el día en que su compañero de Gobierno y líder del laborismo, Ehud Barak, la llamó por su nombre de pila completo: Tzipora. En los micrófonos de la Radio del Ejército, el archicondecorado teniente general trataba así de enfatizar con burla la falta de experiencia militar y política de la mujer más popular del país desde Golda Meir. El motivo está en su malestar por los datos de una encuesta que apuntaba que si Tzipi Livni se presenta a unas elecciones, el inerte partido de Barak podría derrumbarse hasta una miserable representación de 14 escaños en el Parlamento. Cinco menos de los que tiene ahora.
«Aparte de unas cuantas fotos sin sentido con Condoleezza Rice, ¿qué ha hecho?… nada», se mofaba el también ministro de Defensa israelí, estrenando contra su posible adversaria una ofensiva que ha hecho correr ríos de tinta en Israel.
Comicios anticipados
Respetada por mantener una aureola de honestidad en un país de políticos corruptos, moderada hasta desencajar a los suyos por negarse a tachar de «terrorismo» las acciones palestinas contra el Ejército, pragmática, distante y ambiciosa, a esta mujer situada en el puesto 39 de las más poderosas del planeta por la revista ‘Forbes’ le sientan bien los ataques.
Porque todos temen que, visto lo visto, Tzipi Livni, de 50 años, con seis carteras ministeriales desde su meteórica entrada en política en 1999 y ex agente del Mossad, ni siquiera se molestará en intentar formar un siempre estrecho Gobierno de sucesión, sino que convocará inmediatamente comicios anticipados
Y Mofaz empuja fuerte. Como Barak, el gran rival interno, también laureado militar, autoproclamado mago de la seguridad y defensa, famoso por su empeño de bombardear el Irán nuclear, pasaba recientemente al ataque, ensañándose contra la mayor debilidad que empaña la trayectoria de Tzipi Livni: su falta de consistencia y determinación a la hora de tomar decisiones.
Fracaso inducido
No en vano, su todavía jefe y enemigo íntimo, Ehud Olmert, la puso en diciembre del 2006 a dirigir las conversaciones de paz con los palestinos sabedor de que, muy difícilmente, sabría dar pasos firmes hacia delante que la salvaran de un fracaso seguro.
«¿En quién confiaría para negociar con los palestinos? -se preguntaba un comunicado de campaña de Mofaz- ¿en un líder experimentado o en una figura política floja, con un historial de pobreza decisoria como Livni?». «Israel está siguiendo un camino peligroso de concesiones sin nada a cambio, que nos debilita y fortalece a nuestros enemigos», añadía el escrito, en un guiño descarado a los compromisarios derechistas del partido.
Entre sus propuestas, ha defendido golpear a Hamás con fuego cada vez que se «viole» la tregua firmada en Gaza. Sólo disparar en respuesta a cada disparo. Sin más canales diplomáticos ni advertencias.