El dirigente tucumano enfatizó en la necesidad de “romper el pacto de silencio” y que se sepa donde están enterrados los cuerpos de los asesinados, para que las familias “por lo menos puedan hacer el duelo” correspondiente.
El presidente de la DAIA filial Tucumán, Jaime Salamon, se refirió al juicio que se lleva a cabo en su provincia contra el ex gobernador, Antonio Bussi y el ex general Luciano Benjamín Menéndez -condenado a cadena perpetua por la comisión de delitos de lesa humanidad en Córdoba- y se mostró confiado en que la Justicia “llegue a lugares recónditos”.
En el juicio, que pasó a cuarto intermedio hasta este viernes a las 9.30 por la descompensación del ex mandamás tucumano, los ex represores están imputados por los delitos de violación de domicilio y violación ilegítima de la libertad agravada, aplicación de tormentos reiterados, homicidio calificado y asociación ilícita en perjuicio del ex senador provincial justicialista Guillermo Vargas Aignasse, desaparecido en 1976.
En diálogo con la Agencia Judía de Noticias (AJN) Salamon expresó que la comunidad judía vive como el resto de la sociedad tucumana el juicio y tiene la sensación de que es “una muestra de que se puede”.
“Es necesario que se rompa el pacto de silencio y que digan donde están enterrados los cuerpos y donde se hallan las fosas comunes de los asesinados”, subrayó el dirigente que se define a sí mismo como un militante de la causa judía “de siempre”.
Y agregó: “Si alguien rompiera el pacto de silencio y diera a conocer, por lo menos, a donde están los cuerpos, traería un manto de paz, dentro de la barbaridad por lo menos se permitiría que las familias puedan hacer el duelo” correspondiente.
El dirigente afirmó que “lo más grave” es que las familias “no tienen donde hacer duelo, y además los parientes van envejeciendo”.
Consultado acerca de la participación de miembros de la comunidad judía en la guerrilla tucumana, Salamon mencionó que “algunos Shlijim (enviados de la Agencia Judía) llevaron a sus janijim (alumnos en instituciones de educación no formal) a interesarse por la cuestión de la guerrilla”.
Si bien los adolescentes pertenecían a “movimientos que llevaban ideas de izquierda, los shlijim se olvidaron de nuestros valores (los del judaísmo)” y los jóvenes “terminaron formando parte de los cuadros de la guerrilla”.
Salamon recordó el caso de Marcos Osatinsky, un dirigente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que en 1972 participó de la fuga de la cárcel de Rawson y tres años más tarde, el 7 de agosto de 1975 fue detenido en Córdoba y muerto dos semanas más tarde.
Además, su esposa, Sara, fue encarcelada, un hijo suyo muerto y otro -de 15 años- secuestrado después del golpe de marzo de 1976.
“Tanto era el odio hacia Osatinsky, que no querían entregar el cadáver y una vez entregado, durante el cortejo fúnebre atacaron el cajón y nunca más apareció” recordó Salamon.
Otro caso que señaló fue el de un médico de apellido Sabransky, que fue secuestrado por el ejército el 17 de febrero de 1975, acusado de planificar atentados contra el Interventor Alejandro Mosquera, el interventor del Partido Justicialista Oscar Valdéz y el Intendente de Salta Juan Carlos Márquez Sosa.
Sabransky fue trasladado a Salta y sus captores pidieron rescate por él. Salamon recordó que la familia de Sabransky pagó y “el día que lo iban a dejar en libertad (un sábado), le dijeron a la familia que no lo podían entregar porque cayó en enfrentamiento”.
“Entregaron el cajón con la prohibición de abrirlo y cuando los familiares decidieron hacerlo verificaron que el cuerpo de Sabransky tenía una ráfaga de ametralladora que lo dividía en dos y un tiro de gracia en el medio de la frente”, afirmó Salamon.
El dirigente tucumano también rememoró el caso de una pareja de artistas judíos detenidos en Salta por falta de documentos. Los jóvenes fueron detenidos en Tucumán. Salamon los fue a visitar a la carcel y hasta el día de hoy recuerda una frase de la mujer: “Por fin veo a alguien amigable”, dijo la joven.
“Hasta hoy siento el apretón de manos” de la chica, aseguró Salamon que participó como voluntario en guerra de los Seis Días en 1967 e integró una misión de solidaridad durante la Segunda Guerra del Líbano de 2006.
Salamon enfatizó (e hizo mención al caso de Priebke, que tras el pedido de captura de la Justicia Italiana, en Bariloche se organizó una “pueblada”) que la “condición humana es capaz de esconder las dos caras”.
“En cada foto hay ciertos puntos blancos que aparecen como algo velado que tiene que ver con la personalidad de cada uno y son los puntos que tienen que llamar la atención a ver a donde estamos”, sostuvo Salamon.
Salamon también se refirió a la creciente influencia de Irán en la región y enfatizó en que “hay cosas que hay que hacer notar” a los gobiernos. El dirigente apuntó que la “comunidad (judía) no tiene que callar”.
“Quizás en la época de la ‘subversión’ (hubo) un “quedo” de la comunidad, (pero) tiene que haber una crítica”, destacó Salamon y señaló como “ejemplo” al ex rabino de la comunidad Bet El, Marshall Meyer, por su labor en la causa de los desaparecidos.
“Todas las revoluciones han volcado sangre judía”, aseveró Salamon, consultado respecto de la participación política de miembros de la comunidad judía durante la dictadura militar.
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