El diálogo con Luis D’Elía empieza casi siempre igual:
-Luis, ¿dónde nos encontramos?
-En Corrientes y Talcahuano, en el bar.
Las reuniones con el piquetero tienen sede fija, sea con amigos, dirigentes o periodistas. El bar de Corrientes y Talcahuano queda al pie del edificio donde funciona la Comisión Nacional de Tierra Social, hoy dentro de la órbita del jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Ese edificio albergaba hasta hace un mes la Subsecretaría de Tierras, creada a la medida de D’Elía en 2006, y que él comandó hasta que fue expulsado por respaldar a Irán en el caso del atentado contra la AMIA.
Hace dos años que no es funcionario, pero actúa como si lo fuera. Tiene un despacho preparado para él en las oficinas de la Comisión, donde mantiene reuniones a diario. D’Elía va y viene por el edificio, todos lo consultan y se asume sin conflictos como jefe virtual del área que hoy maneja un presupuesto de 14.500.000 pesos.
De esa esquina al pie de las oficinas de la Comisión, la Federación de Tierra y Vivienda (FTV) partió hacia la Plaza de Mayo cada noche de la última semana para enfrentar cuerpo a cuerpo a los "caceroleros" que apoyaban el paro del campo.
D’Elía es el líder único de la FTV. Tuvo épocas de oro, en las que manejó 80.000 planes sociales, con más de 120.000 adherentes. Con un poder territorial más acotado, hoy mantiene un sistema que combina planes, aportes internos y cooperativas de trabajo. "Cobramos una cuota societaria. Un peso por mes", solía contar D’Elía en las épocas de explosión del piqueterismo. La cuota siempre fue variable. Algunos ponen un peso; otros, 15.
El área de tierras y la FTV son sus herramientas de relación directa con Néstor Kirchner, con quien el líder social construyó una relación que tuvo vaivenes tormentosos.
Hoy lo respalda en el Gobierno una curiosa alianza con Alberto Fernández, a quien hace cuatro meses consideraba "lo peor de la derecha cipaya y reaccionaria". Los tiempos cambiaron para el hombre que antes de las elecciones consideraba al ministro Julio De Vido, adversario interno del jefe de Gabinete, su "mejor amigo" en el poder. "Hablamos con Alberto y superamos prejuicios mutuos", justificó D’Elía a fines de 2007.
Hace un mes, el acuerdo se tradujo en hechos. El 5 de marzo, la subsecretaría que Kirchner había creado para D’Elía en 2006, bajo el ala de De Vido, se transformó en una comisión a cargo de Fernández. El Gobierno presentó el cambio como el "relanzamiento" de la política de tierras, y le permitió al piquetero un veloz reacomodamiento en el poder.
El presidente de la Comisión es Rubén Pascolini, arquitecto de la FTV y mano derecha de D’Elía, que se encarga de la regularización de tierras fiscales usurpadas y la ocupación de terrenos privados abandonados. Otros siete funcionarios completan la nómina de mando. Todos son hombres de íntima confianza del piquetero.
El alineamiento es también una oportunidad económica: estar bajo el mando del jefe de Gabinete les permitirá tal vez aprovechar sus poderes especiales para resignar partidas. Pretenden así oxigenar la estructura. "Vamos a ser más eficientes y operativos", señaló D’Elía hace tres semanas sobre el futuro del área. Consultado para esta nota, el líder de la FTV se negó a hacer comentarios.
Con el renovado apoyo salió a la calle a defender al Gobierno. El piquetero usó por primera vez su organización como fuerza de choque de la Presidenta, que lo premió el jueves con un lugar en el palco de Parque Norte.
D’Elía apela a la experiencia. Durante el mandato anterior actuó como fuerza movilizada en días críticos. En 2004 tomó una comisaría en La Boca; en 2005 bloqueó 32 estaciones de servicio Shell para frenar el aumento de combustibles, y en 2006 encabezó una contramarcha contra las manifestaciones de Juan Carlos Blumberg.
En paralelo, supo ser la voz más salvaje del kirchnerismo. A veces tanto, que lo llamaban para que bajara el nivel de exposición. En 2005 fue sumado a la campaña bonaerense en carácter de antiduhaldista furibundo y una mañana se despachó contra los intendentes del conurbano. "Son todos mafiosos", dijo. No reparó en que muchos eran socios del Frente para la Victoria. Kirchner lo condenó al ostracismo, como ya había hecho otras veces. Cuando en 2006 le hicieron un lugar en el Gobierno, D’Elía volvió a cometer un "grave error": apoyó a Irán por el caso AMIA. Otra vez el perfil bajo y el silencio. Ahora, reacomodado su poder, con su fuerza en la calle y renovado el voltaje mediático, parece que ha vuelto a donde más le gusta.
De la Redacción de LA NACION