"Mucho dolor, angustia. No hay otra cosa que se pueda sentir ahora en Jerusalén." La frase pertenece al argentino-israelí Jaim Katz, director administrativo del instituto religioso Yeshivat Merkaz Ha Rav, donde ocurrió anoche el sangriento atentado.
"Sabíamos que estas cosas suceden en Israel, claro que sí", dijo a LA NACION Jaim, de 47 años, que llegó de la Argentina a los 15 años. "Lamentablemente, lo sabemos demasiado bien. No es la primera vez que atacan un lugar lleno de civiles. Pero no puedo decir que tenía miedo de que algo así pasara en nuestra yeshiva [escuela religiosa], ya que uno no cree que le tocará directamente… Y no se puede describir."
Su teléfono suena sin cesar y a cada minuto alguien requiere su presencia. En medio de la conmoción, resulta claro que no pegará un ojo durante toda la noche. Katz ha tenido que ocuparse de diversos asuntos, lidiar con múltiples desafíos. Uno de los más duros es garantizar que haya apoyo a cada uno de los heridos, aparte del tratamiento médico que todos reciben en hospitales de Jerusalén.
Apenas confirmadas las noticias sobre el atentado, comenzaron a llegar a la yeshiva padres cuyos hijos, estudiantes en el lugar, no respondían a sus llamadas al celular. Angustiados, se acercaron desesperados, con la esperanza de que, al menos, estuvieran entre los heridos y no en la irreversible lista de víctimas mortales.
A Jaim no le ha tocado hablar con ellos, pero cuenta que, en la yeshiva , una de las tareas más difíciles era notificar a todas las familias de los alumnos asesinados. "Tenemos alumnos de todo el país, desde Kiriat Shmona en el Norte hasta Eilat en el Sur. Y no hemos podido ubicar a todos. Pero ya están identificadas todas las víctimas", dijo.
"Esto no es algo para lo que uno se puede preparar", dice. "Esto no tenía que suceder."
El atentado fue perpetrado justamente cuando estaba planeada una gran fiesta en la yeshiva , por haber comenzado el mes Adar del calendario hebreo, el mes de la festividad de Purim, en la que el pueblo judío celebra la salvación de sus antepasados en la Persia del rey Asuero.
Los alumnos y rabinos llegaban anoche de una gran plegaria ante el Muro de los Lamentos, precisamente por ser comienzo de mes. Pero poco antes de empezar la fiesta comenzaron los disparos. Y el horror.
"Seguiremos adelante"
"Nadie puede esperar que mañana sigamos como si nada. Eso es imposible", dice Jaim Katz. Cabe suponer que se intentará sepultar a todos los muertos antes del comienzo del shabat , día sagrado de descanso religioso, y luego vendrá la shivá , los siete días de duelo. "Seguiremos adelante y, aun con el dolor y la angustia que nos embargan, la yeshiva seguirá creciendo, justificando lo que es, un símbolo del sionismo religioso en el país."
Jaim Katz cuenta con orgullo que la escuela fue fundada hace 86 años por el rabino Kuk, gran rabino de Jerusalén, y que es considerada una de sus instituciones más prestigiosas. "Claro que seguiremos adelante, no hay ninguna otra opción."
Pero eso no significa que considere que la situación vaya a mejorar. "Tenemos cohetes en el Sur, sobre Sderot y los alrededores, ahora esto en Jerusalén, y seguramente seguirá", vaticina.
Le llegan informaciones sobre las imágenes captadas en la Franja de Gaza, transmitidas por la televisión de Hamas, que muestran a palestinos que festejan en las calles por el atentado en Jerusalén. "Los que reparten caramelos y celebran porque murieron jóvenes alumnos son animales con los que no se puede hablar", dice tajantemente. Aclara que no pone a todos en la misma categoría y dice ser consciente de que "el terrorista que mató es una cosa y otra es salir a festejar". Pero agrega: "No entiendo cómo se puede celebrar algo así".
Por Jana Beris
Para LA NACION