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AJN en Sderot, la ciudad donde llueven Kassam

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Hernán Aisenberg (Sderot, especial para la Agencia Judía de Noticias). Cada vez que del otro lado de la frontera es lanzado un cohete de fabricación casera y 30 dólares de costo, un sistema de alerta que demanda 70.000 dólares diarios otorga a la población unos pocos segundos para correr hacia los refugios o buscar algún otro lugar medianamente seguro.
Así vive la mayoría de los habitantes de Sderot, algunos de ellos nacidos en Argentina y otros países latinoamericanos, que rara vez caminan tranquilos por las calles de la ciudad de Israel cuya vida cotidiana está marcada por el miedo a raíz de los Kassam.
“Los que tiran el Kassam nunca saben dónde va a caer ni tampoco pueden saber si explotará o no, ya que no son cohetes de gran efectividad. Por eso, su efecto es más bien causar pánico y miedo que la muerte propiamente dicha”, dice a la Agencia Judía de Noticias (AJN) Darío Teitelbaum frente al depósito de cohetes de la comisaría de Sderot.
Los cohetes vienen de Gaza. “Son pedazos de tubos de luz que miden entre 1 y 1,5 metros. Tienen una punta llena de explosivos y combustible, en la que muchas veces también le ponen tuercas y clavos para agrandar la onda expansiva”, señala este argentino radicado en Israel desde hace más de tres décadas.
Teitelbaum sostiene en sus manos un Kassam que lleva escrita con tiza la fecha en que cayó en Sderot. “En la cola tiene una mecha y funciona como una cañita voladora. Se prende la mecha y sale disparado hasta caer y explotar”, detalla.
Habla con naturalidad el hombre, que vive en un kibutz llamado Mitzpe Gvulot, a unos 14 kilómetros de Gaza. “Nosotros todavía no recibimos ataques, ya que el alcance de un Kassam no supera los 12 kilómetros, pero la tecnología siempre mejora y sabemos que en cualquier momento alcanzarán nuestra casa y nuestro kibutz”, reflexiona.
Sderot, situada a cuatro kilómetros de Gaza, es una de las ciudades que recibe más ataques con estos cohetes de fabricación casera. Antes del año 2000 era una pujante población con 24.000 habitantes y hoy tiene apenas 2.000.
Una caminata por sus calles es suficiente para descubrir que las paradas de ómnibus también funcionan como bunkers a los que la gente acude cuando la alarma advierte sobre la inminente caída de un Kassam.
“Sólo tenemos entre 20 y 40 segundos para llegar a los refugios”, comenta otro habitante de Sderot, a lo que Darío agrega que “esos 20 segundos son gracias a un globo aerostático que circula por la frontera con Gaza y detecta el momento y el lugar exacto desde donde fue disparado un Kassam”.
“Con ese dato –añade-, además de comenzar la represalia y la búsqueda del terrorista que hizo el lanzamiento, el globo puede calcular la parábola que hará el cohete y el área de impacto”.
Con el globo, las Fuerzas de Defensa de Israel logran adelantar y prevenir impactos, pero todavía no pueden impedirlos. Por eso, la vida en la frontera sigue siendo muy difícil.
“Es cierto que no hay tantas muertes, ya que los Kassam no son tan efectivos, pero así tampoco se puede vivir. Nuestro ritmo de vida cotidiana está marcado por el miedo. Ellos eligen los horarios para desestabilizar nuestra cotidianeidad”, se lamenta Lito, otro argentino-israelí que vive en un kibutz de la zona.
“Si me aseguraran que no hay más ataques, yo no tendría problemas en entregar el 75 por ciento de mi kibutz o más, pero no hay certezas de que esto acabará”, remarca.
No sólo la vida cotidiana de los ciudadanos de la zona es difícil de sostener para el Estado de Israel, también los gastos en seguridad son muy altos.
“Cada Kassam vale 30 dólares, mientras que anticipar sus caídas para prevenir a la población y darle tiempo para llegar a los bunkers cuesta 70.000 dólares por día”, especificó Teitelbaum.
HA-HDB

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