Fuente: PROFESOR EN LA MAESTRIA DE RELACIONES INTERNACIONALES DE LA UBA
Las Naciones Unidas eligió la fecha de hoy, 24 de enero, para recordar a las Víctimas del Holocausto. Hace más de 60 años se liberaba el símbolo moderno de la maquinaria científicamente planificada de exterminio masivo del pueblo judío: el campo de concentración de Auschwitz.
Este esfuerzo loable pero tardío de reconocimiento contrasta con múltiples expresiones llenas de odio y violencia y el ascenso en Europa de un antisemitismo más "refinado".
La máxima dirigencia iraní calificó en muchas ocasiones a la Shoá (en la cual murieron seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial) como un "mito" y un "cuento de hadas".
Paralelamente a este discurso negacionista, el Estado iraní convocó y auspició un seminario mundial sobre la veracidad de la Shoá con declarados antisemitas y negadores del Holocausto.
Además, la dirigencia persa recomienda que Israel deba ser "borrado del mapa" o "trasladado a otra región del mundo". Las declaraciones del liderazgo político y religioso de Teherán dejan en claro que el revisionismo histórico y atacar el derecho a la existencia del Estado de Israel se han convertido en la cara y contracara del antisemitismo moderno.
Lo llamativo de este negacionismo y odio institucionalizado es que quienes llamaron a ese genocidio son líderes de Estados que forman parte de las Naciones Unidas y que este foro internacional aprobó una resolución que condena la negación de la Shoá. También es preocupante que desde Hitler a nuestros días no había existido ningún jefe de Estado que expresara públicamente tanto resentimiento y hostilidad hacia un pueblo y país.
Si bien Naciones Unidas tuvo algunos esfuerzos aislados con respecto a este tema, nunca presentó una resolución dedicada a combatir el antisemitismo o un informe dedicado a este fenómeno global devastador que crece alarmantemente en la culta Europa y en distintos países miembros de su organización.
Por todo esto la ONU debe convertirse en el centro del planeamiento de una estrategia donde la educación sea la clave para luchar contra los revisionistas, la xenofobia, el antisemitismo y las distintas formas de discriminación.
Siguiendo este espíritu, hay que multiplicar en Argentina los cursos de capacitación de docentes en temas de la Shoá, la visitas de estudiantes medios al Museo del Holocausto y seguir trabajando para que se concrete el compromiso asumido por Argentina ante el Grupo de Trabajo para la Cooperación Internacional en Educación, Rememoración e Investigación del Holocausto para que esta temática sea incluida en la currícula escolar obligatoria a partir del presente año.
Esta iniciativa es el primer proyecto de esta magnitud en América latina. Es de esperar que una vez que nuestro país cumpla su compromiso, promueva iniciativas similares en el marco del Mercosur y de la OEA.