El músico israelí de origen argentino,Daniel Barenboim regresó hoy a la Filarmónica de Berlín en su doble
función de pianista y director de orquesta con un programa homenaje
a Ludwing van Beethoven (1770-1827) que provocó una apoteosis.
En su primera aparición pública como palestino, nacionalidad que
le fue otorgada este fin de semana por su compromiso por la paz y la
concordia entre los pueblos árabe y judío, Barenboim fue recibido
con fuertes aplausos por el público y despedido tras casi dos y medio de concierto con vítores y aclamaciones en pié.
El primero de los tres conciertos programados para enero con los
filarmónicos berlineses, arrancó con la obertura Leonoren III, la
última revisión de Beethoven a la obertura compuesta para su ópera
Fidelio y posiblemente la más conocida.
Barenboim se sentó al piano con el aplomo del maestro y el ánimo
de un joven músico ávido de riesgos, necesitado de demostrarlo todo
en una noche. Su entrega fue total, su lenguaje corporal único, su
interpretación magistral.
Como es habitual en él, brincó sobre el asiento, eléctrico, como
un cuerpo hecho para captar, sentir y transmitir música, ajeno a
todo lo demás, concentrado al extremo como solista en el teclado y
atento a cada instrumento como director.
Los miembros de la orquesta tocaron con él y para él, con la
sonrisa en el rostro, disfrutando de una complicidad inusual que
seguía sin perder detalle el público desde sus asientos.
Leonoren III fue sólo el aperitivo de un programa típicamente
Barenboim, desbordante y hercúleo, que en esta ocasión incluyó los
conciertos para piano números 1 y 5, obras que no se escuchaban en
la sede de la Filarmónica de Berlín desde 2004.
Barenboim, que actuó a finales del pasado año en esa sala con
Simon Rattle a la batuta, recreó en esos conciertos la esencia de un
Beethoven músico, filósofo y poeta que se adelantó a la modernidad y
enriqueció la técnica instrumental con nuevas formas y soluciones.
Cada nota de Barenboim sonó como la única posible en la secuencia
escrita por Beethoven, como el eslabón perfecto de una cadena de
acordes, melodías y ritmo concebida en el contexto histórico de la
la Europa napoleónica.
El concierto para piano número 5, el llamado "gran concierto", el
más original, difícil y efectista, fue el broche de la velada, un
cierre heroico y mayestático que Barenboim y los filarmónicos
aderezaron con el gran idealismo humanista que prodigó Beethoven
El desdoblamiento de Barenboim pianista y director de orquesta,
su capacidad para ejercer ambas funciones al unísono, resultó, junto
con la gran compenetración que logró la orquesta, admirable.
Al final, los músicos se sumaron a la ovación del público
corroborando así que se trató de un concierto memorable.
Beethoven será el compositor protagonista de estos primeros meses
del nuevo año en la Filarmónica de Berlín, pues a los tres
recitales-conciertos de Barenboim le seguirá en febrero un programa
que incluye las principales sinfonías del compositor alemán.
El director de orquesta será sin embargo en esta ocasión el
titular de la Filarmónica, el británico Simon Rattle.