Por Martín Sassone.
Cuando escuchó las primeras estrofas del himno de Israel las lágrimas no tardaron en salir y sólo abandonaron su rostro por el paso de su pañuelo. Verónica, una joven de cerca de 20 años, volvió a emocionarse cuando emitieron un video con las imágenes más crudas de la guerra en Oriente Medio y escuchó con atención el discurso el embajador israelí en la Argentina, Rafael Eldad.
Junto a ella, cerca de 5.000 personas (según los organizadores) asistieron anoche al acto de la Comunidad Judía Argentina en solidaridad con Israel que se realizó en el micro estadio del Club Náutico Hacoaj, en Estado de Israel y Córdoba.
Dora Bichman, una jubilada de 72 años y pelo canoso, estaba sentada en una de las incontables sillas plásticas que ubicaron en el lugar. «Estoy acá porque tengo bronca. Ellos muestran que las únicas víctimas de esta guerra son sus mujeres y sus niños para que se condene a Israel. Cuando la realidad es otra», contó la mujer que dijo que sufre con esta guerra no sólo por sus primos que viven en Akko, sino por toda la nación.
Al igual que Leandro (estudiante de Economía de 21 años), Jessica dijo a Clarín que estaba indignada por la «cobertura parcial» que los medios están haciendo de la guerra.
A esa queja también se sumó Esther Tarnogol, una docente de 56 años. «El pueblo judío es uno estemos donde estemos. Israel es luz para la humanidad y cuida a sus habitantes y a sus niños. Mientras que Hezbollah tiene la cultura de la muerte. Y los medios no reflejan eso», dijo indignada.
Mientras adentro la gente iba copando el lugar de a poco, afuera la seguridad era extrema. Más de dos docenas de policías copaban toda la avenida Córdoba e incluso las calles laterales. Además, había varios patrulleros y camionetas de la Policía Federal.
El comienzo del acto estaba previsto para las 19.30, pero empezó con casi media hora de retraso. En primera fila de sillas se sentaron los principales dirigen tes de las distintas agrupaciones judías del país como Silvio Rossjansky, presidente de la Organización Sionista Argentina (OSA) y Jorge Kirszembaum, titular de la DAIA.
Luego de los himnos de Argentina e Israel, los organizadores proyectaron unas crudas imágenes de la guerran, bombardeos y ataques de Hezbollah.
El primero en hablar fue el director ejecutivo de la OSA, Beny Schneid. Leyó un duro comunicado en el que la AMIA, la DAIA y su organización expresaban «el pesar ante la pérdida de todas las vidas inocentes» y cuestionaban duramente al gobierno de Líbano por no haber «desarmado a las milicias terroristas, tal como exige la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU».
En ese mismo comunicado aseguraron que Israel ama y anhela la paz. Luego fue el turno del periodista Pepe Eliaschev, quien acusó a Hezbollah y el gobierno de Irán como los principales responsables de esta guerra y trazó un paralelo con que ellos son los principales sospechosos por los atentados a la Embajada de Israel y la sede de la AMIA. Para finalizar no se olvidó del gobierno argentino al que criticó por estar aliado al presidente venezolano Hugo Chávez (por sus flamantes relaciones con Irán) y a Hebe de Bonafini y el grupo Quebracho por profesar «un izquierdismo que motivado por el odio a Estados Unidos, está emparentándose con el terrorismo fundamentalista».
Un aplauso cerrado y estruendoso dio inicio formal al acto cuando Eldad, entró al lugar. Se sentó justo debajo de un aro de básquet en la mesa con mantel bordó que habían montado para los oradores.
«Que emoción ver a la comunidad argentina levantarse y apoyar a Israel en este momento tan dramático», señaló el embajador, quien responsabilizó a la guerrilla shiíta por el conflicto. «Hezbollah está haciendo pagar al Líbano haberse convertido en un campo de batalla», sentenció.
Ovacionado más de una vez, aseguró que «se está manipulando la tragedia de Qana para satanizar a Israel». Y agregó que con esta guerra se está «jugando el dominio del territorio del mundo».
«Si los árabes dejan sus armas, no habrá más violencia. Pero si los israelíes dejamos las armas, no habrá más Israel», expresó. Una ovación apagó un poco su frase final: «No nos vencerán».