Marcelo Birmajer, un hombre de fuerte compromiso con la comunidad judía a la que pertenece ha reflexionado sobre el atentado terrorista que destruyó la AMIA, el 18 de Julio de 1994.
Su pensamiento más saliente y teniendo en cuenta que afectó directamente a la comunidad judía, Birmajer, afirmó : «: «Los atentados contra la Embajada de Israel y la Amia fueron la sangrienta cumbre de una tradición antisemita que recorrió la historia de la ciudad, y específicamente el Once, a lo largo de todo un siglo».
Su experiencia personal la relató de esta manera: «Una semana después del atentado se me paralizó la mitad izquierda de la cara. Nunca en toda mi vida he vuelto a sufrir un desajuste del cuerpo semejante. No podía cerrar el ojo izquierdo y me lloraba en forma permanente».
Del atentado en sí y del edificio anterior, el hombre galardonado en 2004 por el New
York Times como uno de los más importantes escritores de su generación: «La Asociación Mutual Israelita Argentina festejaba su primer centenario cuando fue destruída por un bomba que mató 85 personas: empleados de la Mutual, trabajadores que casualmente estaban operando allí, personas buscando trabajo (uno de los servicios más importantes que brindaba la Mutual era una Bolsa de Empleo) y transeúntes ocasionales. Entre ellos, un niño caminando de la mano de su madre. Fue el 18 de julio de 1994, poco antes de las 10 de la mañana».
La investigación y la liberación de los sindicados como culpables, también fueron tocados por quién nació en 1966 : «Hasta donde las parcas investigaciones llegan- durante el gobierno de Menem las investigaciones casi no avanzaron y durante los dos gobiernos posteriores ( De La Rua y Kirchner) avanzaron con pasmosa lentitud-, las hipótesis al respecto deducen que el atentado lo ejecutó un terrorista suicida conduciendo un coche bomba contra el edificio».
«Según esta hipótesis central, el atentado fue planificado y ejecutado por el grupo terrorista Hezbollah (originado en el Líbano a fines de los años 70), auspiciado por la república islámica de Irán, con la colaboración de la embajada iraní en la Argentina, y con un sólido grupo de apoyo argentino».
«Mientras tanto todos los argentinos sospechados de haber colaborado con el atentado han salido libres por falta de pruebas e irregularidades procésales; un grupo heterogéneo, pero conectado, que abarcaba desde el desarmador de autos robados Carlos Telleldín, hasta el comisario retirado de la policía Bonaerense, Juan José Ribelli, efectivos a su mando y colegas».
«El gobierno argentino, en el año 2004, llegó a pedir la extradición de ex-funcionarios de la embajada iraní, por ese entonces en Londres; pero le fue denegada».
Así relata su visión de la reacción de alguno sectores de la sociedad argentina: «Taxistas, peluqueros, desconocidos a los que veía por cualquier motivo, todos tenían algo que decir respecto a la hecatombe, y no siempre eran palabras de duelo».
«Encontré a quienes culpaban a los judíos por traer la historia de sus desgracias sobre la Argentina, y a quienes de algún modo lo justificaban. Un dirigente del Partido Obrero, un hombre judío, dejó deslizar durante una conferencia en la Facultad de Psicología la idea de que la bomba la había puesto una supuesta «ultraderecha» judía internacional».
Birmajer nació en el Once y su último libro lleva este título, piensa y relata un acontecimiento personal ocurrido en el año 2000 : «El barrio cambió para siempre. Delante de cada institución judía se colocaron protectores, de metal o cemento. A mi entender, más como un ritual que como un modo efectivo de protegerse contra un nuevo atentado, nunca descartado. Al caminar por delante de una escuela judía, hoy, podemos ver palos amarillos de metal. En el frente de tal o cual sinagoga, amasijos de cemento, cuadrados o rectangulares».
«Junto a la entrada de cada club judío, hay una casilla policial, con uno o más efectivos y a su vez cada institución cuenta con uno o más miembros que se encargan de la seguridad, pidiendo documentos e interrogando a cada uno de los visitantes. Cada una de estas casas educativas, religiosas o deportivas se han visto obligadas a vivir en estado de alerta».
«Está prohibido sacar fotos o filmar imágenes en el Once sin autorización previa. Cierta tarde del 2000, mientras una fotógrafa me retrataba junto a una sinagoga en la calle Lavalle, nos interrumpió la policía y terminamos los dos adentro del patrullero. El incidente concluyó sólo una hora y media después, cuando un periodista del diario para el cuál la fotógrafa trabajaba se comunicó con la comisaría. Pero las fotos nunca pudieron publicarse»
«Es realmente una sensación siniestra saber que para sacarme una foto en el barrio en el que nací primero tengo que pedir autorización. Lo siniestro no proviene de no poder sacarse fotos, sino de la certeza de que efectivamente existe el peligro de que alguien saque fotos o filme en función de causar daño», se lamenta con dolor.
«Yo creo que dos fotos podrían marcar para la posteridad el único cambio determinante del barrio desde su nacimiento hasta hoy: la foto previa al atentado y la foto posterior al atentado. No la del hueco inverosímil que dejó la bomba en lugar de la Amia, sino la imagen de los palos amarillos recorriendo el Once como el reguero de una enfermedad». «No pierdo la esperanza de que alguna vez esa foto, la de los palos amarillos, pueda formar parte del pasado», culmina el guionista de el abrazo partido y premiado por la Fundación Konex como uno de los 5 mejores escritores de la década 1994-2004″.
Alejandro Dubesarsky