«Pase, ésta es una reunión de amigos», invita Bernardo Ezequiel Koremblit haciendo de maestro de ceremonias. Luego va de una pared a otra mostrando los retratos de sus camaradas espirituales: Erasmo de Rotterdam, Shakespeare, Rameau, Montaigne, Baudelaire, Marcel Proust, ¡Blackie!, Oscar Wilde, Dostoievski… «¿Sabe quién dijo El telescopio empequeñece el universo, el microscopio lo agranda? «¡El!», responde mientras señala un retrato de Chesterton. «¡Sólo un humorista como el autor de El hombre que fue jueves podría haber dicho una verdad semejante.»
Escritor, ensayista, humorista, fundamentalmente humanista, Koremblit acaba de cumplir 90 años y los libros se amontonan en sillones, mesas de todo tipo, en el piso, y por supuesto, en las bibliotecas. «¿Le impresiona este desorden? En realidad es sólo aparente, sé perfectamente dónde se esconde cada cosa. Es una manera como otra cualquiera de ordenar mi trabajo», agrega divertido.
«Comencé a escribir a los 17 años, cuando entré en el diario Crítica. Era un mundo muy extraño, contradictorio y apasionante.»
–¿Por qué contradictorio?
–Imagínese, Crítica era al mismo tiempo el paradigma de la prensa amarilla y el lugar de encuentro de lo mejor de la intelectualidad argentina. En el suplemento literario, que dirigían Jorge Luis Borges y Ulises Petit de Murat, escribían Nicolás Olivari, Florencio Escardó, Raúl González Tuñón y tantos otros. Teníamos un redactor de lujo para las notas policiales: Roberto Arlt.
–¿Tuvo algún pariente o antepasado escritor?
–Varios, y muy importantes. Un antepasado escribió una obra fundamental que tuvo mucha prensa a lo largo de la historia, aunque no siempre se respetaron sus propuestas, Los diez mandamientos. Soy judío y puedo considerar a Moisés un antepasado, lo mismo que a Baruch Spinoza, Maimónides o al profeta Isaías. Aunque también tengo gran admiración por San Agustín de Hipona y sus famosas Confesiones.
–¿Qué puede decir sobre el humor?
–El humor es una actitud ante la vida que nos permite afrontar con sabiduría momentos difíciles. Desarrollé algunas de estas ideas en Humor, una estética del desencanto, que escribí hace más de 20 años. Pero no debemos confundir humor con humorismo. El humorismo es la chistología, la televisión. En cambio, el humor es Oscar Wilde, George Bernard Shaw o nuestro Conrado Nalé Roxlo. Recuerdo una anécdota de Miguel de Unamuno, cuando le recomendaron que viera alguna película de Charles Chaplin; el quinto evangelista, como me gusta llamarlo. Don Miguel fue y al día siguiente todo el mundo se acercó a preguntarle qué le había parecido. Respondió: «¡Extraordinario! Lo que no entiendo es de qué se ríe la gente».
–Por su experiencia, ¿cómo cree que habría que vivir?
–La vida es como un río. Y el buen vivir es fluir, dejar que la vida corra. No dejar que se detenga, de lo contrario corremos un gran peligro: estancarnos. Entonces, la vida se transforma en un pantano y deja de ser vida. Para esto es necesario aceptar la realidad como se nos presenta. Mientras no la aceptemos, no tenemos muchas posibilidades de vivir plenamente. Suelo decir que el que quiere todo a su gusto tendrá disgusto. Cuando lo sabio es asumir que si no tengo lo que quiero, quiero lo que tengo. Otra virtud que deberíamos cultivar es la prudencia.
–¿Qué entiende por prudencia?
–Prudencia es pensar muchas veces lo que se va a hacer una sola vez. En cambio, imprudencia es pensar una sola vez lo que se va a hacer muchas veces. ¿No cree?
–¿Cómo era trabajar con Jorge Luis Borges?
–Borges era un buen compañero; además, contra lo que cree mucha gente, muy directo. Su sentido del humor lo llevaba a veces a ser algo arbitrario, como cuando decía que Federico García Lorca era un gitano profesional. Seguimos siendo amigos después de la época de Crítica y cuando se enfermó la madre, como su casa era un desfile, yo le presté mi despacho en la Sociedad Hebraica. Durante 15 días, de 15 a 18, iba para trabajar. Yo llegaba siempre un poco antes para charlar un rato. Fui director de Cultura de la Sociedad Hebraica entre 1959 y 1990. Entre mis logros figura hacer que el PEN Club y la mismísima Cinemateca Argentina se instalaran en la Hebraica.
–¿Y Chaplin, el quinto evangelista?
–Chaplin es un aristócrata espiritual. Después de un traspié originado por la maldad de la sociedad, sacude el polvo de sus solapas (lleva la escobilla de peluquero en el bolsillo interior), se arregla el nudo de la corbata, endereza la galera, recoge el perro (que nunca es un pekinés o un chow-chow) y reanuda la marcha, seguro de que el mundo irá detrás de él. Resumió su éxito en esta frase: «No es algo mágico, simplemente consecuencia de mi conocimiento de la naturaleza humana».
–Bernardo, ¿hay un escritor que no le guste?
–(Mira hacia un lado y otro como si tuviera miedo de que lo oyeran ) No me gusta Samuel Beckett… ¡Pero no se lo vaya a contar a nadie!, desliza con una sonrisa pícara.
Luis Aubele.
La NAcion
Reflexiones
Creo que a Dios se lo puede encontrar únicamente en todas partes.
De la vida me interesa una sola cosa: todo.
La felicidad no consiste en hacer lo que nos guste, sino en procurar que nos guste lo que tenemos que hacer.
Creo que la mujer es un ser que se interesa sólo por cosas insignificantes. Prueba de ello es que lo primero que le interesa es el hombre.
Los hombres son incendiarios de jóvenes, y bomberos cuando llegan a adultos.