‘Un mensaje que se adelantó a su tiempo’, escribe el diario ‘The Jerusalem Post’ para definir la obra, escrita hace más de dos siglos por el dramaturgo alemán e hijo de pastor protestante Lessing, y que ha llegado al Festival cultural israelí de la mano de una compañía de teatro francesa.
La obra alemana fue presentada en francés con subtítulos en hebreo ante un público compuesto esencialmente por judíos francófonos que reaccionaron con muestras de asombro y con risas a los muchos pasajes del texto que parecen escritos aquí y ahora.
La historia del sabio judío Nathan que, en la Jerusalén de Saladino, cría como suya a la hija de unos cristianos a quien enseña a guiarse por valores humanos universales, sigue siendo tan impactante como cuando la concibió su autor en tiempos de la Ilustración y en una Europa donde los judíos vivían en guetos.
Las críticas sarcásticas a la intolerancia religiosa (sobre todo la cristiana) que contienen la obra hicieron reír al público en numerosas ocasiones, inclusive cuando el personaje del Templario recuerda que los judíos fueron los primeros en considerarse ‘el pueblo elegido’; pero lo que más caló fue el llamamiento al entendimiento.
‘Me ha impresionado la manera que tiene el autor de explicar que no debe haber animosidad entre las religiones y que, sin fundirnos unos con otros, podemos respetarnos’, comentaba a la salida una anciana israelí, psicóloga jubilada que trabajó en una institución para el tratamiento de los supervivientes del Holocausto.
Samar Katz, una joven israelí de madre francesa católica, se maravillaba ‘de lo increíblemente actual que parece la obra’, de que la hubiera escrito un alemán y de la manera ‘moderna’ que tuvo Lessing de apelar a superar los prejuicios y la consciencia de grupo en favor de una moral común.
Igual que Saladino en la obra de Lessing, las dos espectadoras israelíes se declararon conmovidas por la ‘parábola’ de los anillos, que se cuenta en ‘Natán el sabio’, pero que data de la época dorada del judaísmo español, y que presenta a las tres religiones monoteístas como igual de válidas y teniendo el mismo origen.
El director de la compañía francesa, Dominique Lurcel, ha contado en una entrevista con el ‘Jerusalem Post’ que decidió montar ‘Natan el Sabio’ en 2002, cuando oyó al presidente de Estados Unidos, George Bush, ‘hablar de una cruzada contra el mal’.
‘Cuando el hombre más poderoso de la tierra decide mezclar el lenguaje político y el religioso en nombre de la democracia es algo muy peligroso y debemos decir que no’, explicó el director, cuyos padres judíos franceses cristianizaron su nombre después de la Segunda Guerra Mundial, como muchos correligionarios.
Más allá del mensaje, y aunque el Teatro de Jerusalén es moderno, el hecho de que la obra fuera montada en un anfiteatro al aire libre rodeado de árboles movidos por el aire fresco y seco del desierto, contribuyó a darle a la obra un aire medio-oriental que no puede tener en los escenarios europeos.