Por Lior Haiat ¨*.-Poco después, el 27 de junio (1967), la Knesset decidió darle legalidad, declarando la protección de los Lugares Santos, amparándolos de toda profanación y violación así como de cualquier intento de infligir la libertad de acceso a los miembros de las diferentes religiones a sus lugares venerados. Un año después, estipuló el Parlamento la fecha 28 de Iyar como «Día de Jerusalén», celebrando la reunificación de la ciudad y el contacto histórico del pueblo de Israel con Jerusalén; mundo de contrastes, culturas, religiones, gentes y vecindarios, donde conviven lo antiguo y lo nuevo, para todas las generaciones.
Unas semanas después, Itzhak Rabin, Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, aceptó el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Hebrea, en un acto realizado, por primera vez, en el campus de Mont Scopus, que pasó a formar parte de la Jerusalén total. En ese momento, Rabin habló sobre que «La Nación entera se engrandeció y muchos prorrumpieron en llantos al escuchar de la captura de la Ciudad Vieja. Nuestros jóvenes sabras, y ciertamente nuestros soldados, no tienden al sentimentalismo y se avergüenzan de expresar sus emociones en público. Esta vez, sin embargo, el esfuerzo de la lucha, la ansiedad que la precedió, la sensación de redención y el contacto directo que tuvieron los combatientes con el corazón y la esencia de la historia judía, despertaron torrentes de emoción y revelación espiritual. Los paracaidistas, que conquistaron el Muro, se apoyaron en sus piedras y lloraron. Fue un acto que, en su significado simbólico, tiene pocos paralelos en la historia de las naciones».
El Día de Jerusalén transformó al pueblo y al Estado. En cada aniversario, se realizan eventos y actos especiales, que incluyen conmemoraciones a los caídos en la Guerra, la Marcha de Jerusalén y celebraciones en museos, parques, escuelas y calles. Para el pueblo judío, Jerusalén significa el lazo que no se puede cortar entre nuestro pueblo y la Tierra de Israel, desde su creación como Nación; sin olvidar que, desde todas las diásporas, fue central en la vida y plegaria de cientos de miles de judíos.
Pero esto no es patrimonio único del judaísmo. Tanto para los cristianos como para los musulmanes, Jerusalén significa un importante núcleo histórico – religioso; lo cual le otorga un peso propio, la santidad de una atmósfera y un singular punto de encuentro interreligioso.
Desde la liberación de la ciudad y hasta hoy y, a pesar de muchas dificultades y obstáculos, se mantuvo la libertad y no resulta extraño ver creyentes, de cualquiera de las grandes religiones del Libro, caminando juntos, por sus callejuelas, hacia su centro de culto.
Hoy, al recordar un nuevo aniversario de su reunificación, visualizamos las imágenes de aquellos días de junio de 1967, y colocamos, «como siempre, (…) el nombre de Jerusalén a la cabeza de nuestras alegrías».
* Agregado Cultural de la Embajada de Israel en Argentina