En su mensaje –leído por el Arzobispo de París, Cardenal Jean-Marie Lustiger–, el Santo Padre explicó que «nadie puede ignorar la tragedia de la Shoah. Aquel intento de destruir de forma programada a todo un pueblo se extiende como una sombra sobre Europa y el mundo entero; es un crimen que mancha para siempre la historia de la humanidad».
«Que sirva de advertencia para nuestros días y para el futuro: no hay que ceder frente a las ideologías que justifican la posibilidad de pisotear la dignidad humana basándose en la diversidad de raza, del color de la piel, de lengua o de religión. Dirijo este llamamiento a todos y en particular a aquellos que en nombre de la religión recurren al atropello y al terrorismo», expresó el Pontífice.
El Papa afirmó que «en estos días debemos recordar a los millones de personas que sin culpa alguna soportaron sufrimientos inhumanos y fueron exterminados en las cámaras de gas y en los crematorios».
Asimismo, refiriéndose a su visita a Auschwitz en 1979, el Santo Padre recordó cuando se detuvo «ante las lápidas dedicadas a las víctimas. Había frases grabadas en diversas lenguas. Me detuve entonces más tiempo en las lápidas escritas en hebreo. Dije: Este pueblo tiene su origen en Abraham, que es también nuestro padre en la fe, como afirmó Pablo de Tarso. Precisamente este pueblo, que recibió de Dios el mandamiento ‘No matarás’, ha experimentado en sí mismo de forma particular lo que significa ‘matar’. A nadie le es lícito pasar de largo frente a esta lápida».
«No es posible olvidar que –durante la Segunda Guerra Mundial– los rusos fueron el grupo más numeroso de personas que perdieron trágicamente la vida. También los gitanos, en la intención de Hitler, estaban destinados al exterminio total», agregó el Papa.
«Me detuve por fin frente a la lapida escrita en polaco. Dije entonces que la experiencia de Auschwitz constituía una etapa ulterior en las luchas seculares de esta nación, de mi nación, en defensa de sus derechos fundamentales entre los pueblos de Europa», añadió el Pontífice.
Más adelante, el Papa subrayó que no podemos olvidar que «en medio de esa acumulación indescriptible del mal, hubo manifestaciones heroicas de adhesión al bien. Ciertamente hubo personas que demostraron amor no sólo por sus compañeros de prisión, sino también por sus verdugos. Muchos lo hicieron por amor de Dios y del ser humano, otros en nombre de elevados valores espirituales. Gracias a su comportamiento se hizo patente una verdad que aparece a menudo en la Biblia: Incluso si el ser humano es capaz de hacer el mal, a veces un mal enorme, éste no tendrá la última palabra».
El sentido profundo de las ceremonias de este aniversario –concluyó Juan Pablo II–, «es rendir homenaje a aquellas personas, sacar a la luz la verdad histórica y sobre todo que todos se den cuenta de que aquellos hechos tenebrosos deben ser para los seres humanos de hoy una llamada a la responsabilidad para construir nuestra historia. ¡Que nunca más en ningún rincón de la tierra se repita lo que han experimentado los hombres y mujeres que lloramos desde hace sesenta años!».
Fte ACI digital