Itongadol/AJN.- El 21 de febrero de 1677 falleció a los 44 años Baruj Spinoza, un importante filósofo holandés de origen sefaradí considerado uno de los grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII.
Spinoza fue criado en la comunidad judía portuguesa de Ámsterdam. Allí desarrolló ideas muy controvertidas con respecto a la autenticidad de la Torá y la naturaleza del monoteísmo. Las autoridades religiosas judías emitieron un «jerem» en su contra, lo que provocó que fuera expulsado y rechazado por la sociedad judía a los veinticuatro años, en 1656.
Su magnum opus, la Ética, se publicó póstumamente en el mismo año de su muerte. El trabajo se caracteriza por un racionalismo absoluto que se opone al dualismo de mente y cuerpo cartesiano e identifica una única realidad («sustancia») que llama Di-s o «Naturaleza» (panteísmo). Esta realidad es eterna, infinita y perfecta, pero muy distinta del Di-s personal del teísmo clásico, y todas las cosas en el universo son simples «modos» de Di-s. En su Tratado Teológico-Político analizó críticamente la religión judeocristiana, y defendió la «libertad de filosofar» y la democracia.
Spinoza fue atacado con frecuencia por sus opiniones políticas y religiosas. Sus contemporáneos lo llamaban con frecuencia ateo, aunque no negó en ninguna parte de sus trabajos la existencia de Di-s. Hostigado por su crítica de la ortodoxia religiosa, sus libros fueron incluidos en el Index librorum prohibitorum de la Iglesia católica en 1679. Su obra circuló clandestinamente hasta que fue reivindicada por grandes filósofos alemanes de principios del siglo XIX como Schleiermacher, Hegel, y Schelling, quienes proclamaron que Spinoza era el padre del pensamiento moderno. Sus logros filosóficos y morales llevaron a Gilles Deleuze a nombrarlo «el príncipe de los filósofos».
Residiendo en La Haya tras ser expulsado de Ámsterdam, falleció en 1677 de tuberculosis.