Al consubstanciarse con aquellos lugares, que tanto tuvieron que ver con la persona que, de acuerdo a su fe, encarna una manifestación singular del Creador, se enfrenta el cristiano con la profunda condición judía de Jesús.
En un pasado, condujeron estas festividades a manifestaciones de odio y persecución contra los judíos. La Historia testimonia acerca de actos vergonzantes que debían soportar los dirigentes de comunidades judías en Europa, como castigo por haber acusado a Jesús en su tiempo. La condición judía del mismo, en vez de servir de transmisora de los valores proféticos, como fue su intención primigenia de acuerdo a los relatos de los Evangelios, fue vaciada de su contenido y transformada en fuente de odio.
Este error histórico, que es uno de los factores que propiciaron a la postre a la Shoáh, comenzó a corregirse a partir de los documentos elaborados por el Concilio Vaticano II, especialmente Nostra Aetate.
Es un desafío mayúsculo del diálogo judeo-cristiano, el materializar mediante acciones significativas, todo aquello que se fue avanzando en el discurso desde Nostra Aetate a la fecha. Juan Pablo II y una pléyade de dirigentes cristianos y judíos realizaron mucho en tal sentido, pero aún falta recorrer un largo camino.
Los grandes maestros de Israel, los Profetas, que también lo son para la Cristiandad, avizoraron un mundo de entendimiento y paz. Belén y Jerusalén eran en sus labios sinónimos de redención y elevación espiritual de lo humano. Durante dos milenios sus sueños, debido a la pequeñez espiritual de muchos, se vieron frustrados y sus mensajes tergiversados. Después de tantos fracasos, es el dramático desafío del presente, demostrar que aquellas visiones no son meras utopías, sino una posible realidad humana. La que Dios propuso para el hombre.
Rabino Dr. Abraham Skorka
Reactor del Seminario Rabínico Latinoamericano ´M. T.Meyer´
Rabino de la comunidad ´Benei Tikva´